lunes, 18 de febrero de 2008

Un nuevo profeta
2da parte

La irrupción de lo divino en el alma humana y en la vida del que es llamado como profeta o místico, se produce de forma excesivamente fuerte y no deja opción alguna a quien Dios ha escogido. El Todopoderoso lo toma “a Su servicio” y por regla general es “preparado” para su misión a través de sufrimientos. Se cortan los deseos y ataduras humanos, para que el recipiente ofrezca lugar para el desarrollo del Espíritu de Dios.

Para observador del destino del profeta, esto se dice sin duda fácilmente. Para el profeta mismo su destino está unido a luchas internas llenas de dolor, a soledad y siempre también a graves conflictos externos, pues el mundo no lo acepta en vida poco menos que nunca. El clamor de Esteban resuena hasta el día de hoy: “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres?” (Hch. 7, 52)

Todo esto lo ha experimentado y lo experimenta Gabriele de Würzburg. Ella tenia una vida completamente normal en este mundo, cuando hace más de dos decenios (actualmente, 2008, ya más de 32 años) la muerte de una persona amada desencadenó lo que ya se hallaba en su alma, sin que ella como ser humano intuyera. Ella se preguntó acerca de Dios y recibió primero en la oración la certeza de que Él vive. Y cuanto más fervientemente rezaba, tanto más cerca se sentía de Él. Ella sentía que en su interior se volvía permeable para la realidad más allá de la materia, hasta que un día le ocurrió algo que parece increíble, pero que no sucedía por primera vez en el diálogo ya milenario entre Dios y el hombre, entre el mundo espiritual y el mundo terrenal: en la consciencia de quien oraba humildemente, se abrió una brecha a través del cual –primero sólo por un breve tiempo- se le hizo posible la comunicación directa con el mundo espiritual. Tomó la palabra un ser espiritual que se presentó como maestro espiritual y le explicó lo que sucedía en ella y a su alrededor en el mundo espiritual. Ella se asustó y fue al principio escéptica, pero la comunicación con el hermano espiritual se intensificó y él la preparó paulatinamente para encontrarse con otro: Cristo.

Toda descripción de este acontecimiento a través de un tercero ha de causar impresión banal. Por eso se cita aquí únicamente lo que la propia Gabriele dijo al respecto:

Después del 6 de enero de 1975 el Espíritu Santo se abrió paso diariamente. Cada día escuchaba la voz interna, que siempre era amorosa y afectuosa conmigo. Después del cuarto o quinto día habló Jesucristo, con palabras como las siguientes: Yo soy, Jesucristo, el Redentor del mundo. Me asusté y quise suprimir la corriente interna, y acto seguido llegaron estas amorosas palabras: No temas. Te he acompañado durante toda tu vida terrenal. Y tú siempre has estado bajo Mi amparo, pues partiste para acoger Mi palabra y darla al mundo.

Gabriele fue captando tan sólo poco a poco lo que esto significaba. Siguieron meses de instrucción espiritual dada por Cristo y el hermano Emanuel (el Querubín de la Sabiduría Divina, uno de los siete ángeles de la Ley del Señor), a los cuales podía escuchar a través de la palabra interna. Se iniciaron luchas internas muy duras, en las que el alma de quien se estaba convirtiendo en profeta se purificaba, en las que su ser humano se rebelaba contra la carga de la enorme misión y peleaba con Dios: ¿por qué precisamente yo?, ¿cómo voy a conseguirlo?, yo soy sólo un grano de arena... también sobre esto refirió posteriormente:

Me hallaba entre la luz y las tinieblas, fue un proceso desgarrador. Desde un lado se me mostraban las cosas bellas de este mundo y lo que mi marido y yo habíamos ahorrado y construido con muchos esfuerzos. El otro lado me mostraba cuántas privaciones y renuncias tendría que asumir en muchos ámbitos de la vida, si seguía este camino divino, y que tendría que dejar todo aquello que a mí me resultaba aún humano y bonito. Ya no podría ver a mi familia como algo de mi pertenencia, sino que tendría que presentarme ante mi marido y mi hija como ante un hermano y una hermana. Tendría que realizar lo que Jesucristo ya había enseñado: En el Cielo no hay cabida para deseos y anhelos.
Continúa...

No hay comentarios: